Como contrapunto a la oscuridad propia de las metafísicas y de los
insomnios, la escueta debilidad de su aliento exhalado sobre el cristal
reflejaba bien a las claras las turbulencias que asolaban su conciencia. Y la
dejadez. También había sobre el cristal restos de una cierta dejadez, ora
burlona, ora distraída, una apatía que pareciera querer anunciar lo que más
tarde sería un rudo canto de despedida.
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