viernes, 23 de agosto de 2013

MUCHAS DESGRACIAS


Tanta electrónica y tanto sexo ciberespecial aportó a su rostro una palidez de tiza y una longitud de onda glacial que no auguraba nada bueno. Como las gaviotas, vivía de los desechos y se pasaba las horas soñando con la posesión de un imperio repleto de vastas cordilleras de basura. En su día libre, nada más despertar, hacía gárgaras de whisky mientras esperaba que el ordenador arrancase. Lejos de la felicidad, la lentitud de su computadora le trajo muchas desgracias.

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