miércoles, 21 de agosto de 2013

OLOR A SUDOR


Ni el aroma a café, ni la fetidez que desprendían las colillas viejas que abarrotaban el cenicero, ni tampoco el tufillo a caucho quemado que se había hecho fuerte en algún rincón del taller o las fragancias a menta colada que todas las tardes se adueñaban de la cocina. Nada. Ninguno de esos efluvios impresionaban tanto a su olfato como el olor a sudor de su amado, promesa oculta de posesión de una piel que aún le fascinaba.

No hay comentarios:

Publicar un comentario