Podía haber sido con nísperos o con membrillos, pero no. Lo que ocurrió fue
que ese sábado, como a mediodía, se dio un atracón descomunal de verdades
absolutas. Estas verdades, para más inri, resultaron ser de cosecha propia, de
modo y manera que el aire le empezó a faltar y a punto estuvo de quedarse en el
sitio. Afortunadamente, un oportuno pescozón que le propinó su madre le
devolvió de golpe y porrazo a aquél lugar mundo en el que la gente se entiende
gracias a vulgaridades tales como las modestas verdades intersubjetivas y el
reconocimiento del otro.
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