Era
un hombre sin ataduras que logró tener una idea, una cierta idea, del todo,
razón por la cual no resultaba extraño que de vez en cuando se pusiera
sentimental. Solía frecuentar lugares oscuros, distantes y poco recomendables
sin otro objetivo que el de quedarse dormido, y lo cierto es que a veces no
sabía si remolcaba o iba a remolque de la vida, como tampoco sabía el nombre de
las estrellas ni cuanto de lejos estaba el sol. Una vez soñó con la destrucción
completa del mundo conocido. Finalmente no fue el mundo, sino su mundo, el que
se vino abajo.
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