Tenía
el sentimiento cansado y además, ocurría que los despropósitos se le acumulaban
en el haz y en el envés del pecho, de forma y manera que por más que daba
vueltas y revueltas sobre la cama no encontraba forma de conciliar el sueño.
Suspendidas desde hacía días las operaciones de búsqueda de la tranquilidad en
los repliegues y recovecos del alma, no le quedaba otra que asumir las
pegajosísimas consecuencias de sus actos. Y en esas estaba, cuando su cansancio
se torno definitivo.
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