sábado, 14 de marzo de 2009

CEGUERA

Vi cómo el trueno mudo de luz, travestido en relámpago, aliviaba las argollas del llanto convirtiéndolo en un vals de sueños. Eso lo vi y de eso no tengo dudas. También vi, y de eso también puedo dar fe, cómo las canciones de pájaros acariciaban el aire huyendo después en fugitivas puntillas ante la mera presencia del primer grano de lluvia fresca. Mi ceguera tampoco me impidió descodificar uno a uno los fogonazos de soledad y la sucesión intermitente de fracasos, y así fue como la furia de insomnios que habitó antaño entre nosotros volvió a mí lozana para regodeo del vecindario. Sobre esto último no sé si lo vi o lo soñé, que es como otra forma de ver pero más quieta y certera, el caso es que estaba yo ocupado en desatrancar la estopa que habitaba entre mis labios cuando recibí, gustoso, la inconfundible dentelladas del amor. El dolor fue infinito.

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