domingo, 15 de marzo de 2009

SOMBRAS

Muy de mañana me descubrí hablando de la memoria, de los recuerdos más oscuros, de los sueños, y de la sombra. No era ésta, como podrán comprender, una de mis mejores mañanas. Las primeras voces que llenaron mi boca, apenas si salían de su cueva cálida y discreta, se veían acompañadas de sombras que lastraban el paso de las cosas luminosas, configurando así lo que tenía todos los visos de convertirse en una mañana angustiosa. Fracasado el intento de delinear las sombras que evocaban mis palabras con el sano fin de aislarlas y separar así la paja del grano, recurrí en primera instancia a la sombra del ingenio provocador propio del amor esquivo, pero nada, después del embrujo ahí seguían las sombras, deformándose a su antojo, inmortalmente unidas a su cosa en el envés sombrío de la luz. Bajé persianas y cerré cortinas con el fin de quitar oxígeno al monstruo e intentar dormir, pero estaba claro que tal gracia no se me había sido concedida para su disfrute en esa sombría mañana. Los grilletes del espacio traían a mí los enunciados protocolarios de la muerte y la enfermedad, baladas de tiza, y nieve negra. Por razón de unos extraños grilletes que aparecieron en el espacio de mi habitación, los tiempos del lugar quedaban convertidos en los paisajes propios del tiempo. Y así no hay forma. Esta tensión insoportable, propia de una existencia orientada hacia el misterio, alimentaba unas sombras que terminarían al cabo de un rato por adueñarse de mis entrañas. De pronto, la luz se hizo en mi interior. Tras su inofensivo cascarón de inocente bolero, aquella melodía venida de muy lejos escondía en su seno un rayo que todo lo aclaró: sombras nada más entre tu vida y mi vida, sombras nada más, entre tu amor y mi amor.

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