martes, 10 de marzo de 2009

LA ACEPTACIÓN

Decrépito y abandonado, vulnerable como todos, aceptó la invitación de una noctámbula, y luego la de otra, y así sucesivamente hasta que no hacía otra cosa que aceptar invitaciones de una noctámbula tras otra sin poder dar cuenta cabal de ninguna invitación en concreto ya que llegó el momento en que todo su tiempo lo consumía el mero gesto de la aceptación. A esa situación absurda llegó por dos razones o, mejor dicho, por dos desgracias: su buena educación y la enorme capacidad de atracción y seducción que ejercía ante cualquier mujer con la única condición de que se la pudiese atribuir ciertos atributos noctámbulos. Esperando ya el final de sus días y, sobre todo, barruntando el final de todas sus noches, decidió dejar de aceptar invitaciones y salir una noche al teatro. En el escenario había un maniquí y una serpiente, ambos solteros y ambos encantados de poder tener a su lado alguien que le abrazara por las noches y le curara la tos. Eso fue todo lo que pudo ver, y lo cierto es que le dio que pensar.

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