viernes, 13 de marzo de 2009

EL NEGACIONISTA

Desesperado y feliz, o si no feliz, que es mucho decir, digamos al menos que desesperado y alegre, vivía haciéndose cuenta de que el mundo no existía, siendo así que el propio mundo, o que el mundo propiamente dicho, silente y embrujado ante la negación de su existencia, respondía a los comentarios del negacionista con entusiastas gestos afirmativos. Pero no siempre fue así. Hubo un tiempo, antes de la negación, en que el negacionista quiso ser mundo. De hecho, quiso ser sólo mundo, pero transcurrido un tiempo de la toma de postura mundana y absolutista, y ante los reproches de su abuela y un cierto rebrote de timidez malsana, prefirió ser sólo una parte del mundo, eso si, la parte más divina del mundo. La bacanal de insultos que recibió fue tal que el metrónomo oficial se declaró incapaz de contabilizar los tiempos y las infinitas combinaciones fonéticas en las que se sustanciaban los exabruptos que recibía. En una tercera y definitiva fase de su relación con el mundo, y una vez que se hubo cerciorado de que el mundo no le iba a necesitar, fue cuando pensó eso de que el mundo al hoyo y el vivo al bollo, o eso otro de que muerto el mundo se acabó la rabia, y armado de tan endebles razones decidió negar su existencia. Como podrán imaginarse, el lujo de poder vivir sin un mundo le hacía vivir muy a menudo envuelto en pequeñas esquirlas de sueños que deambulaban de aquí para allá a la sombra de los vientos. La prueba irrefutable de su no vivir en mundo alguno, o de su vivir en otro mundo, como quieran entenderlo, es que se le podía ver un día cualquiera haciendo inscripciones en la arena y otro pintando sobre las reposadas aguas de un vulgar charco, y todo como si tal cosa. Claro que tampoco resultaba del todo ajeno a los vaivenes propios del mundanal ruido, ya que hubo quien le oyó decir, en una sobremesa de borrachera, que a él, como al mismísimo Agamenón, el hedor de la sangre le hacía sonreír, y como esa terminaron atribuyéndole otras exageraciones propias de clásico negacionistas.

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