domingo, 29 de marzo de 2009

ESTRUCTURA PROFUNDA

Abrumado por la impotencia y la extensión de la vigilia, intento descubrir la relación latente que parece existir entre las cosas, las palabras y el pensamiento. La magia de los nombres, la callada hermosura del pentámetro yámbico, la blasfemia cotidiana del escribir, esa magia poderosa que pareciera ser capaz de transformar el mundo con apenas unos cuantos signos garabateados sobre la celulosa, no justifica que sufra como un verraco cuando decido poner aquello que me ha sido dado al servicio del más puro e inútil de los espantos. Ganas me dan de enterrarme en la estructura profunda de una frase cualquiera y de no volver a ver la negra luz del más claro de los días así que caigan chuzos de punta sobre las cosas y sobre los pensamientos todos. Que les ondulen. Apenas una mota de aparente consciencia es suficiente para que se produzca el engaño. Eso lo sé. De ahí que a mi corazón helado le cueste cada vez más distinguir entre los recuerdos y los sueños. La fiabilidad de la memoria no da para más y lo que antaño fueron nítidas fronteras entre los deseos y la realidad se tornan ahora, por mor del puro desgaste celular, en una amalgama de sensaciones difusas de difícil clasificación. Según están las cosas, al tiempo que todos los caminos parecen estar abiertos, veo una marea de densos nubarrones desembocando en un mar de inevitable gris ceniza. De hecho, extiendo la mano y nada toco. Es ahora, pero no sé si lo soñé.

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