lunes, 27 de julio de 2009

ABISMADO

Dando una vez más muestras inequívocas de su exagerada sensibilidad, el joven caballero se pasó la noche asomado al abismo, abismado podríamos decir, de sus propios pensamientos. La palidez del muchacho en poco se diferenciaba del carísimo lienzo holandés, regalo de sus tíos, que apenas si cubría su cuerpo abrumado tanto por la retahíla de sentimientos que alimentaba su propia tristeza como por el calor del inmisericorde julio cordobés. Buscó el desconocimiento más exacto y profundo que pudiera encontrar, y lo encontró. Ciertamente no hubo de ir muy lejos en su búsqueda, ya que pudo dar con él en su propio ser y en todo lo que bullía en derredor del mismo. Una fiebre de melancolía caía sobre su alma con la misma naturalidad con caen las hojas en otoño sobre las tierras del bosque. Efectivamente, pareciera como si su bosque interior estuviera en pleno deshoje. Sin poder precisar a ciencia cierta la circunstancia exacta de la que deriva el error que dio origen a tan lamentable estado de ánimo, lo cierto es que llegó al extremo de obligarse a ser lo que no era ni siquiera pretendía ser, violentando así de forma innecesaria tanto su pensamiento como su conducta. Este hecho explica por si sólo las fiebres, no así la tontería y languidez que se prolongaba con los días y que no parecía tener visos de finalizar. En nada hallaba placer, y desde fuera poco más puede decirse. Si bien los médicos que realizaron la autopsia diagnosticaron cólico miserere, quizás estemos ante el único ser que de forma efectiva murió de pena.

No hay comentarios:

Publicar un comentario