viernes, 3 de julio de 2009

EL DILUVIO

Era un hombre tan resentido que al nacer no dijo ni pío, inmediatamente después tampoco, y sólo pasados muchos años, cuando nadie lo esperaba, soltó de golpe todas las lágrimas que con parsimonia y tenacidad había ido guardando desde entonces. El diluvio tuvo lugar un decembrino mes de un año anodino y gris en el que el tiempo se mezcló de forma especialmente sosa con el polvo del olvido. Además de resentido, el hombre de esta historia resultó ser un hombre tan guardián de su soledad que nunca se supo si fue él quien regresó al llanto o el llanto el que tuvo que aproximarse a las inmediaciones de nuestro personaje. Sea como fuere, el caso es que encontrarse y rejuvenecer fue una y la misma cosa. Olvidado del polvo, del tiempo y de todo, joven al fin gracias a la explosión de llanto que se prolongó durante meses, pudo expulsar todo lo que en él había de mortal y como todos los artistas –al final no le quedó otra-, fundó su propia realidad.

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