lunes, 20 de julio de 2009

POSESIONES

Las piedras y las hierbas que poseo en absoluto proceden de virtud alguna. Fueron las palabras de siempre las que, allá por el rumbo de la Fuente de San Pedro, me dieron a entender que era preciso poseer tales y tales cosas. No sé como, pero el caso es que conseguí tener los brillantes ojos de un borracho bajo la mortecina luz de una barra, y unas monedas que no olían a nada más que a fracaso. Me beneficie también del negro agujero de la noche, un bucho oscuro que se hacía más agujero y más negro conforme avanzaba en su conocimiento, del mismo modo que llegué a poseer todas y cada una de las estrellas que mis ojos llegaron a contar. Tomé posesión también de carnes orgullosas y de unos aullidos macerados, nada fáciles de escuchar, que eran emitidos por esas mismas carnes. Logré captar la imagen, triste como una boda, de un sofá en tierra de nadie, y me pertenecen por entero todas las preguntas que no escuché, así como todos los precipicios a los que irremediablemente debí haberme precipitado y no lo hice. Son míos también los barrancos en los que, ésta vez sí, me despeñé, y los sueños que lloré, con especial mención a aquellos en los que al despertar seguía llorando. Todas las razones que me achicaron el alma son mías y nada más que mías, como también son míos aquellos lugares en los que, sin ser de mi propiedad, viví y trabajé, consiguiendo hacerlos míos de alguna forma. Las máscaras que me ayudaron a llegar allí donde en cada caso y en cada tiempo parecía necesario llegar, y la pura abstracción de lo que me queda por poseer…todo eso también forma parte de aquello que he dado en llamar el baúl de mis posesiones.

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