sábado, 25 de julio de 2009

PARADO

Estaba ahí, se daba al mundo parado en una esquina de la Gran Vía, y no hacía nada, ni esperaba nada, ni quería decir nada. Simplemente estaba. Y fue de esa misma guisa en la que estaba, parado en una esquina, cuando lo inaudito, lo nunca oído, llegó a su oído, pudiendo de esta forma quieta conocer lo desconocido, ver buena parte de lo invisible, y hasta tocar lo que hasta ese preciso instante parecía intacto. La forma peculiar que tenía de estar ausente, es decir, de estar pero no estar, la denominó presencia de encriptación incomunicada, y solía vivir en esquinas donde el hilo de la salvación estaba constituido, en realidad, por el propio laberinto, no resultando extraño por tanto que, perdido como se encontraba los más de los días, sintiera una alegría enorme al encontrar el ya citado hilo de marras y se dejara guiar por sus señales. Sin expectativa alguna a la que agarrarse, pues todas quedaron enquistadas en alguna de las múltiples telarañas que teje el olvido, ciertos –algunos, pocos- quistes de memoria perviven milagrosamente vivos a lo largo y ancho del tiempo vivido. Claro que, por muy parado que estés, si o si, a la postre los ecos del silencio imponen su ley.

No hay comentarios:

Publicar un comentario