domingo, 19 de julio de 2009

ELÁSTICA

Su vida, incompleta como todas, configuraba una especie de pieza sin título: una suma de fragmentos catárticos e improvisados que, a la postre, dio como resultado algo de una belleza fuera de lo común. Las raíces estéticas de su elasticidad, porque ella siempre fue una niña muy elástica, nacían de una búsqueda constante en las almas de aquellos que la rodeaban, y del descubrimiento de sus interiores desolados, todo lo cual la convirtió en víctima propicia de ciertas obsesiones propias y ajenas. La conmoción que producía cada uno de sus movimientos resultaba fiel reflejo de su capacidad innata para sentir, don éste que compartido en el día a día resultaba asombroso y, en ciertos momentos, delirante. Ágil y sutil a un tiempo, era capaz de laminar la lluvia y de descender a los infiernos para revisitarlos por decimonovena vez, volviendo al mundo de los vivos con una sonrisa entre los labios. Nada más conocerla me amortajé a su cuerpo e inicié así un hermoso viaje lírico que me ha transformado la vida. Aún sigo en ello. Se lo tengo dicho: el día que muera me pondré el tutú y morderé todos los micrófonos que se encuentren al alcance de mi boca para gritar su nombre como se merece. Sobre la tierra húmeda esparciré, uno a uno, los siete pecados, e inundaré el mundo en un mar de flores rojas. Bailaré para ella, que no tenga la menor duda, cuando llegue al matadero.

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