martes, 26 de enero de 2010

DETRÁS DE LA FRENTE

Lo que llevo detrás de la frente no me ayuda a avanzar. Pesa demasiado. Los pequeños e insignificantes acontecimientos del vivir, la hambruna y la barbarie cotidiana, se transforman en devastadores seísmos que arrasan, por ponerles dos ejemplos que entiendan y sepan por tanto valorar en sus justos términos, con todas las vidas y todas casas que encuentran a su paso. Definitivamente, lo que llevo detrás de la frente no me ayuda a avanzar. Pesa demasiado. Vacías de sentido, las vidas y las casas previamente arrasadas vagabundean sus crisis de aquí para allá movidas por motores instintivos y secretos. Cierto es que los animales, plantas y cosas que se van a morir saben lo que tienen que hacer, pero todo ello ni quita ni pone para que esa sabiduría, por tautológica, resulte de poca ayuda para las plantas, animales y cosas que sabiendo que se van a morir no terminan de tener muy claro qué hacer en el mientras tanto. Sin saber muy bien por qué, los que sabemos que no moriremos nunca olvidamos muy a menudo las voces de los muertos, y todo esto sucede mientras enormes olas de tiempo pasado nos empujan a un lugar del que nadie ha vuelto. Entregarse como víctima voluntaria a las voraces fauces del tiempo, quedar convertido en mero testigo de la ceniza, no sé si fue una buena idea, pero lo que resulta a estas alturas impepinable es que lo que llevo detrás de la frente no me ayuda a avanzar. Pesa demasiado.

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