domingo, 17 de enero de 2010

LUTO DE CAL

Aquel enigma que ves lleva un hombre dentro. Aquella arruga que apenas si intuyes, encorbatada de puro miedo, llegó a negar tres veces su propio llanto y a la cuarta quedó convertida en ceniza ineficiente sin otra misión que la de mentir negando, una tras otra, a todas las noches. De la estirpe de los espejos despeinados, este arrugado enigma con hombre dentro gustaba de disfrutar de las siestas maduras en las que tenía lugar la quejumbrosa queja de la sombra. Y era allí, en medio de brumas de azafrán y jirones de humo parsimonioso y espeso, donde el astro enfermo se quitaba la corbata mientras se recreaba bramando en sus hábitos de sangre y plomo. Crujían los huesudos ramales que le daban soporte, y todo ello ocurría en el rincón más negro del zaguán, allí donde se ocultaba el viejo carbón de hule rojo. Fue entonces cuando el hombre de dentro pudo ver por primera y última vez el rostro del enigma, convertida ya en luto de cal.

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