sábado, 9 de enero de 2010

FRÍO

El cero a la izquierda de la nada y la angustia del todo son estados carenciales ambos que expresan bien lo irracional del oblicuo dolor que me procuro. Lo tengo comprobado: anclarse en la tristeza de lo que hay e invocar un silencio que ipso facto queda roto por la palabra que invocaba el silencio son acciones que rara vez conducen a nada bueno. Comido por servido, del silencio no queda más que una cicatriz que segrega cansancio. Claro que no siempre fue así. En un principio fue el nudo detenido. Quieto y aislado, el nudo se retorcía sobre si mismo y ausente como estaba de cualquier estrategia razonable, todo él se convertía en inmenso lastre. Escribo frío y me pregunto si la palabra sentirá el frío que siento al escribirla. Frío y estacionado como estoy un día antes del día de llegada estimado para el fin de trayecto, ya no queda otra que tenderse en la página y esperar.

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