jueves, 21 de enero de 2010

MIRAR

Las cosas me miran. Me miran con precisión y por su forma de mirar sé que no lo hacen por compromiso. Las cosas me miran y cuando me miran lo hacen armados con esos prismáticos de ojos pajizos con los que las cosas suelen mirar cuando miran. Me miran y ven la retahíla de noches a modo de verduras rehogadas y las luces de pez congelado que utilizo para leer. Ven también, porque resulta difícil de ocultar, el aceite que chorrea por mis perneras desmayadas. Ven las estrellas mudas, el pálido viento de nieve y el polisón de corazones, armazón éste de viejo estaño con el que protejo como puedo la vulnerable víscera del sentir. No ven, porque las escondí, la fragua de aire y vela, y la ausencia de hierbaluisa. Las cosas me miran, y me miran yo diría que con precisión lunática. Me miran, creo recordar que como yo solía mirar los antiguos pergaminos de origen anfibio. Las cosas me miran y yo miro a las cosas y sólo pido que vengan ya los barredores de miradas y terminen de una vez con este juego de miradas sin esperanza.

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