martes, 5 de enero de 2010

CUMPLEAÑOS

No sé por qué la historia no fue tan larga, tan gloriosa y tan feliz como inicialmente prometía, pero lo cierto es que en el amanecer del día de mi trigésimo primer cumpleaños decidí quitarme lo poco que me quedaba de vida. En realidad, de dicha decisión no puedo adjudicarme mérito alguno ya que las corrientes subterráneas decidieron por mí, y ninguno de los pedazos de carne tibia que por aquellos entonces conformaban mi ser puso objeción alguna. Decidido el quién y el qué, ya sólo quedaba llevarlo a efecto y centrar todos los esfuerzos en el cuándo y en el cómo. Y fue en el cómo donde surgieron los problemas. Al igual que para muchos hombres resulta especialmente complicado reconocer la hora de su muerte, para los suicidas, especialmente para los suicidas rigurosos, el asunto de la hora es pan comido y lo verdaderamente trascendental es el cómo. Hoy, mientras esperaba la llegada de los reyes magos de oriente, he dado por fin con el método, y aunque tenía previsto mantenerlo oculto se lo voy a contar para que luego no digan que no cuento nada. He decidido disgregarme. Poco a poco, despacio, sin aspavientos. Sobrepasar los límites físicos y metafísicos de mi conciencia hasta quedar convertido en grano de baldosa. A ver cómo me sale.

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