Le gustara o no, vivía en un cruce de caminos que bien pudiera ser
el principio y el fin de todos los lugares. También podemos decir que formaba
parte de una especie cuyos miembros acostumbraban a matarse entre sí, y que era
lento, muy lento, de modo que cuando por fin decidió penetrar en aquel bosque
de preguntas era ya un ser envejecido y algo achicado con pocas ganas de casi
todo. Empero, era un tipo con suerte: es probable que en algún puntito de
aquella esfera de movimientos asombrosamente regulares en la que viajaba,
alguien sonriera acordándose de él.
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