viernes, 16 de octubre de 2015

EL JUGOSO CORAZÓN


Con cierto aire de verdugo primerizo, como quien no quiere la cosa, se comió sin otro instrumento que la cucharilla del café el jugoso corazón que la sirvieron, y se quedó tan fresca. Apena si un ligero churrete de pintura en la ceja izquierda denotaba aquel exceso de originalidad y de belleza que, en otros tiempos, la hubieran derrotado. La siesta no resultó tan plácida. La estancia se le afantasmaba por momentos, y se vio a sí misma girando en una sucesión de círculos concéntricos hasta que, finalmente, acabó siendo consumida por las brasas de un fuego justiciero y tranquilo. Al despertar, empero, sintió en sus entrañas algo parecido a un  apetito renovado, de modo que ordenó fueran preparando otro corazón más, esta vez sin salsas.

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