martes, 27 de octubre de 2015

ASHANTI


Concebía el hambre como una señal de afecto. Pensaba que si su cuerpo no le quisiera, entonces no protestaría tanto y se limitaría a dejarla morir sin tanta molestia y tanto dolor. De esta manera, Ashanti permanecía arrumbada y pensativa tras las acicaladas tinieblas del hambre, y a falta de alcaudón que anunciara ruidosamente la felicidad de la mañana, una sinfonía de tripas mal avenidas amenizaba su despertar.

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