Sin saber si se trataba de un mero síntoma o por el contrario se
enfrentaba a un realidad dotada de entidad propia, lo único cierto es que su
dolor conformaba una masa informe de humo negro dotado de diversas cualidades
entre las que destacaba la de respirar por sí misma. Claro que al paciente,
errante en una neblina de sueño con tintes de oscuridad cósmica, le importaba
un bledo la naturaleza física o metafísica de aquello que padecía, y se
limitaba a llamarlo por su nombre: tormento.
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