Para
que los fracasos no le vencieran, tuvo que protegerse untando su frente y sus
brazos de una ternura urgente, y para que el ungüento no le aislara en demasía
y pudieran morder su carne, tuvo que reinventar su piel hasta hacerla porosa y
segura, dura y sensible a un tiempo, para con la vida y el mundo.
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