El hombre dice saber lo que ningún otro animal, pero la mera
presunción de esa certeza provoca en su espíritu espasmos de melancolía natural
muy cercana a la pesadumbre. Saben, esto sí a ciencia cierta, que alrededor de
sus cabezas, con agua o sin agua, otros mundos titilantes se regodean felices
en el charco de su inconsciencia, sin que ese saber les haya permitido aminorar
hasta la fecha una cierta sensación de soledad cósmica que parece intrínseca a
la especie. Así las cosas, cada cual hace lo que puede por olvidar lo que sabe.
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