sábado, 31 de octubre de 2015

EL CALDO PRIMORDIAL


La consciencia de aquel yo, inmerso en lo que podríamos denominar una unidad de vida de orden superior, se desplazaba por los pasillos del Institut Pasteur de París cualquiera diría que como Pedro por su casa. Mirado de cerca, destacaban en su cara unos incisivos más adelantados de lo que debieran debido a un problema de diseño en su prótesis dental. Analizado más de cerca aún, podíamos decir que este súper yo, que se balanceaba en precario equilibrio por el laboratorio con un exceso de voluptuosidad y alguna que otra arcada debido a la demasía en la ingesta de alcohol, andaba en realidad en la búsqueda ni más ni menos que del caldo primordial, esa mezcla milagrosa en el cual tenía lugar el nacimiento de lo orgánico a partir de lo inorgánico. En honor a la verdad hay que decir que, en la botella de ron haitiano de la que dieron buena cuenta el citado yo y tres auxiliares de laboratorio más, no encontraron resto alguno del citado caldo primordial, pero hubo muchas risas y que aquel fracaso científico no afectó en absoluto a la buena opinión que ya tenían de ese otro caldo haitiano.

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