No sería ésta la primera ni la última vez que un gesto, un signo
indescifrable, ponía en relación dos miradas. Hay que decir que, en esta
ocasión, el contacto entre ambos mundos –algo totalmente azaroso e innecesario
en el conjunto de relaciones que rigen el universo- no carecía de sentido. Por
el contrario, tenía una finalidad, un entramado de causas y efectos en el que,
aun a pesar de no pertenecerles por formar parte de un ente colectivo y
superior, tenían reservado un papel estelar.
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