Era y no era. Atrapado en una enredadera de sueños que ni el mismo
podía descifrar, le dolía la cabeza. Sobre el lago, un equilibrio epidérmico e
invisible se confundía con el silencio de la madrugada. Pero el dolor de cabeza
seguía ahí. Finalmente, un algo torpe, frágil y maloliente tocó la superficie
del agua, y el mundo se fragmentó.
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