domingo, 12 de abril de 2009

AMNÉSICO ANTERÓGRADO

Hoy, para variar, estoy contento. Desde que me han extirpado parte de los lóbulos temporales, el llamado hipocampo, ya no sufro esas migrañas tan terribles ni se apoderan de mí con la facilidad de antes los destructores y llamativos fantasmas de la epilepsia. Amnésico anterógrado, que eso es lo que soy a partir de ahora, recuerdo con exactitud todo lo que sucedió con anterioridad a la operación, pero nada de lo que ocurrió después. No recuerdo a qué huele mi casa, y sin embargo, sé cuando entro que mi casa que es mi casa y no ninguna otra casa porque huele a eso tan peculiar a lo que huele mi casa, y lo se porque tanto la casa como su olor es anterior a la trepanación. También sé que yo sigo siendo yo porque antes de la operación era aburrido y tenía granos en la cara y después de la operación, al menos 20 segundos después de la operación, logro verme como lo que soy: un tipo aburrido y con granos. Claro que no hace falta ser alguien aburrido, operado y tener granos para que te deprimas. Puedes ser tipo normal, un buen tipo incluso, y deprimirte simplemente porque no acabe de gustarte ciertas cosas que pasan. No me gusta por ejemplo que se tiren cosas por la ventana. Los chicos tampoco: no me gusta nada que los chicos se tiren por la ventana. Ir a la tienda a comprar chuches y encontrarse con un cuerpo de un chico que ha caído por una ventana no me gusta, aunque el cuerpo del tipo que se encuentra despanzurrado en el suelo te gustara en su momento. El asunto, creo yo, es que amnésico y todo, no me gusta que me gusten los muertos. Es un gusto como otro cualquiera que creo debieran respetar. Estoy harto de agarrar a tipos que se quieren tirar por los vacíos más variopintos: huecos de escalera, ventanas, puentes,…da igual. Bastante tengo con lo mío como para tener que pasarme las tardes agarrando cuerpos. Afortunadamente, todo lo olvido hasta que llega el siguiente muerto. Creo que voy a terminar por cambiar de barrio.

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