domingo, 26 de abril de 2009

EL SER LIBRO

El olvido de lo que seremos aparece ante la conciencia de los futuros olvidadizos como una aventura realmente siniestra y excitante, especialmente para todos aquellos que tienen a gala una fe robusta en el credo de que el hombre en general, y no sólo la peculiar subespecie denominada ratón de biblioteca o la del cuentista compulsivo, desciende del libro. La belleza y la piedad que asoman tras una lectura atenta de algunas palabras que de vez en cuando escucho, me lleva a pensar que el ser que fuimos antes de ser libros es un ser que cabe en el bolsillo de mi chaleco y que han sido contadas las ocasiones en las que este ser pre-verbal encuentra algún pretexto para discutir con la piedra que hace las veces de corazón. Sobre esta base, y dando por hecho que la vida estuviera estructurada a modo de sistema axiomático, las premisas de partida para que los apestados se decidan por fin a mostrarnos sus peroratas, consistiría en la existencia de un purgatorio en el que los purgantes tragarían buenos tragos de polvo procedentes del universo borgiano, y en la inevitabilidad del escritor de dos cabeza en la que el yo fragmentado se desplazaría diariamente a sus anchas a través de un espejo roto. En este contexto, los mares de naderías nada tendrían de especial de especial si no fuera porque el que piensa es el que nada.

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