sábado, 11 de abril de 2009

CATA

Cato la porción de aire cadencioso y entumecido que despierta a borbotones el misterioso mineral del que me alimento. Muerto de amor, como casi nunca, la rigurosa claridad del cuarzo me rinde una pleitesía extraña, casi pedagógica, compuesta de celestes algaradas planetarias y de espigas que se descomponen al contacto con la luz. Mido las alturas con el cordel de plomo para flotar después, en tus ocultos ojos de añil, justo el tiempo que tardan en taladrar el mampuesto del que estoy hecho. En un descuido, dos lametazos absorben para mí todo el carmesí que te decora. Soy al darme, lo sé, y es por eso que me doy así, casi sin querer.

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