viernes, 24 de abril de 2009

RUEGO DE BIENAVENTURANZA

Intento salir de una oscuridad hecha de miedos, y es por puro miedo que ciego y todo hablo con el de arriba, y hablo con él como si viviera y hablara hoy por primera y última vez, como crisálida que abriera hoy sus ojos a la luz. Porque querer, es querer y rogar la luz de hoy, querer salir de la placenta oscura y querer la luz, cegarse de realidad apenas si palpando a tientas, casi silabeando palabras que cortan, y avanzar a bastonazos hasta que, vencido y deshuesado el pájaro de tanta filigrana, sus signos acristalados me hieran y de las aguadas penas nazcan salvajes caligrafías de besos. Y ahora hablo con ella, y postrado a sus pies la pido que el pan de sus pechos me lo de hoy, y que, ya puestos, me de también su luz de trigo, y que me haga llegar el murmullo de su risa como llega a mí la hojarasca en el otoño. Yo la haré mi marida, y conformando de tal guisa el maridaje, me llenará de gracias, y yo bendeciré su vientre, y ahora y en la hora de nuestra muerte, montaremos un fiestón de esos de los de toma pan y moja. Ese es mi ruego de bienaventuranza.

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