lunes, 13 de abril de 2009

CONTRAHECHO

Si se contradice aquel que contiene en su interior multitudes que hablan, yo, que además de contradictorio en el hablar resulta que estoy contrahecho, puedo decir también que me contrahago todos los días un par de veces ya que resultan ser igualmente multitudes las que dentro de mí hacen y deshacen a su antojo, las más de las veces en direcciones opuestas y sentidos contrarios. Afortunadamente, el mundo vuelve a crearse en cada despertar, en cada beso que me despierta para ser más exactos, y aunque de forma penosa y gemebunda, lo cierto es que aún soy capaz de reunir en torno a mis ojos el hato de nebulosas cuajadas de lluvia que tanto me entretienen. Pero ese estado de cosas, al que denomino fulgor de vainilla, apenas si dura un instante. Lo tengo comprobado: su mera presencia todo lo cambia, y estando en cuerpo presente delante de mí, no tardo en declararme sol de su sol, predecible satélite que gira sobre su estrella y que de pascuas a ramos, más por el que dirán que por otra cosa, intenta escapar de su fuerza de gravedad en un supremo esfuerzo cinético, como si se pudiera huir de uno mismo o, pongamos por caso, como si se pudiera huir de la mosca que me persigue desde hace un buen rato sin que pueda siquiera sospechar el motivo de tanta fijación. Sé que dios reposa en cada porción de tiempo, y sé también que el serrucho arrítmico y temporal que me hace dormir no tiene vocación alguna de permanecer eterno en sus quehaceres milagrosos. Aun así, conviene que se sepa que no desmayo en mi afán por encontrarme: contrahecho y todo, me busco continuamente debajo de mis sandalias, con resultados desiguales.

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