sábado, 4 de abril de 2009

IR Y VENIR

Disparo y aquello que cae abatido lo arrastro hasta la cámara oscura de mi cerebro. De eso me alimento. No se necesita mucho para vivir satisfactoriamente. Quizás un par de piezas al día, no más. Antes de disparar realizo mentalmente el camino in verso, el que va del cerebro a la pieza, que bien pudiera ser un viaje a mi pasado, de mis labios, pongamos por caso, a sus dientes de rata. En ese ir y venir se mezcla todo, que es lo más hermoso que hay. Ir a ver lo que hay más allá y después volver. En una de estas puedes tener suerte y resulta que la pieza capturada es una estupidez de tu propia cosecha. Y eso que he ganado. Claro que no siempre es necesario aprender de la mano del sufrimiento, y eso se lo dice alguien que proviene de lugares oscuros donde cada gesto de esperanza tiene un valor extraordinario. Pero como huyo siempre que puedo de la tierra quemada, aquí me tienes, cazando en las templadas geografías de la fragilidad sensible. Y disparo. Disparo con absoluta felicidad y hoy, mira tu por donde, cae abatido el deseo de sentirme acompañado. Recojo la imagen caída y la llevo a la caja cerrada y opaca de mi cerebro, espacio que por razones evolutivas tiene dos orificios por donde entra la luz y una especie de médula oblonga por donde penetra el resto de la información. La información necesaria y la no tan necesaria. Menos mal que, como todos, tengo muchas capas. A veces se me hace la hora de dormir y aún estoy quitándome capa tras capa para llegar desnudo al abrazo con Morfeo. A veces es él quien termina de desnudarme.

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