martes, 14 de abril de 2009

DE VELATORIO CON PESSOA

Los churros de la mañana, desprovistos de toda metafísica, se disponen para la inmersión bautismal en unos sueños que se presentan en forma de café con leche en vaso de caña con la leche templada. Su sacrificio, empero, será del todo inútil, ya que me desmiento constantemente (mi felpudo lo sabe), y bien mirado, mi forma de ser, al menos tanto como la tuya, se reduce a pensar constantemente en ser o, en el mejor de los casos, en volver a ser, pasando del pensamiento al dicho, y del dicho al hecho, en contadas ocasiones. Desde el centro mismo de la buhardilla que tengo por testa, aprendo a descolgarme entre los bancos del parque y no puedo por menos que mostrar mi absoluta perplejidad ante el crujir de tanto hueso en su constante chocar de los unos, aparentemente lúcidos, con los otros, aparentemente vencidos. Los tuyos, Fernando, suenan en demasía. Las más plausibles realidades que soy capaz de imaginar, cuelgan de mis ojos cansados y me mantienen inaccesible a todos y cada uno de los sueños que atesoro y que olvidé que atesoro. De vuelta al mundo de lo sublime, allí donde las carreteras son cruzadas por pensamientos estancados con forma de estiércol, confirmo mis peores sospechas: ningún andrajo de perro me es ajeno. Ni siquiera tu perro me es ajeno. La vela se consume y me asombra seguir observando el auto desprecio barato con el que los cubos desterrados, capaces de lamerse sus propias llagas, se flagelan así mismos. Quité la máscara al espejo mientras éste hacía lo propio y me quitaba a mí la venda de los ojos: me tranquilizó ver la evidencia de los cabellos muertos en el aguamanil, y sobre todo, me tranquilizó observar tu sonrisa de copete por encima de mi hombro.

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