domingo, 22 de noviembre de 2009

CHE

Este signo ortográfico, que atiende al nombre de che, ha necesitado de dos letras para representar el fonema, aún a pesar de lo cual no conviene llevarse a engaño ya que si bien resulta doble en la figura en lo que valor se refiere se trata de una letra sencilla. Su llegada al mundo de las letras se demoró en exceso, ya que no fue hasta 1803 que los académicos se rindieron a la evidencia y acabaron considerándola la cuarta letra del abecedario. Africada sorda donde las haya, antes que dorsal debe considerarse predorsal, por la misma regla de tres que antes que palatal debe considerarse prepalatal. Y no se piensen que esto que digo no es más una retahíla de palabras inútiles, como quien dice una cháchara, porque no es así: ni quien escribe es un charlatán, ni su chaladura llega a estos extremos. Una cosa es que el Che, el comandante Guevara me parezca un personaje atractivo, que de vez en cuando me guste darme un chapuzón o que, también de vez en cuando, pueda resultar algo chapucero en el mantenimiento de las máquinas y utensilios domésticos, o que me guste chingar, o que nunca encuentre las chinchetas, o incluso que escriba a diario pero como de chiripa, y otra es que sea cierto ese bulo que corre por ahí y que viene a decir poco más o menos que me falta un chip, sustitutivo electrónico éste del antiguo tornillo industrial. Pues no. No es que me falte un tornillo es que, lisa y llanamente soy un pibe enamorado de la che, y tan necesitado estoy yo de la che como pueda estarlo el champán y la chamusquina, no existiendo forma humana de hacer chapó o de hablar del chachachá si no es requiriendo del auxilio de esta letra indivisible en la escritura. Nieguen la che, y entrarán en la más oscuras de las noches.

No hay comentarios:

Publicar un comentario