miércoles, 4 de noviembre de 2009

EXÉGESIS DE LA COSA CREATIVA

Es colgando el ojo de la cosa como consigo ver las cosas con otros ojos, lo que a la postre me permite ver, a su vez, cómo las ilimitadas formas cobran conciencia de sus propios límites disciplinando así su innato deseo de infinitud, su avidez de eternidad. Transmuta el yo de cada cosa, o si lo prefieren diré que perdura la mudanza de las carnes herrumbrosas, como parece no tener fin el herpes triangular que asaetea mi costado. La orilla de la mañana aparecía lejana ante mis ojos cansados, y sin embargo puedo hablar en rigor del día de hoy como de un día glorioso, ya que después de años de búsqueda infructuosa ha sido hoy que pude localizar mi conciencia allí donde da la vuelta el aire. Ahora empiezo a entender algunas cosas y a configurar, si cabe, una exégesis propia de la cosa, entendiendo por cosa aquello que de esencialmente humano hay en el acto de la creación. La primera cosa que entiendo es que antes del signo fue la nada, la cara invisible de la nada, y entiendo también que fue gracias al signo que la humana realidad -realidad nombrada- fue creada. Entiendo también que el hombre se atiborró de imágenes, momento en el cual quiso el ser abandonar el todo y convertirse en forma, en forma pura. Pero ya era demasiado tarde: la condena ya estaba operativa y sus pies de barro le ataban con firmeza al frágil sueño de la muerte.

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