jueves, 26 de noviembre de 2009

PARA EMILIANO MONGE

La Primera Guerra Mundial se inicio en Acapulco, de eso no hay duda, y fue después que vinieron las muertes no anunciadas, incluida la de Margarita. Es cierto que el hacha del ruso ya no corta como antes y los caciques, aquí y allá, siguen dominando los páramos. Pero qué le vamos a hacer. Claro que para ahorcar a un inocente hace falta algo más que una cuerda, al menos hace falta alguien un poco menos inocente que el inocente que se haya propuesto colgarle. Que lo sepas: todos los años están igual de apretados, y eso lo deberías saber ya que el fenómeno de las apreturas temporales se explica por la misma razón que todas las fugas resultan interminables. Mis amigos se acuerdan de mí, y de vez en cuando también se acuerdan de mi señora madre que, claro está, no tiene la culpa de nada. Eso de que los cadáveres huelen a podredumbre, a leche fermentada y a elixir de hienas son sólo palabras. Depende del cadáver. Y depende del tiempo que la carne lleve muerta. Transcurrido cierto tiempo nada huele. Qué sepas que en los panteones también se folla, y si no me crees pregúntale a Bolaño. Nunca he visto un tigre, ni triste ni nada. Por aquí los lunes son días propicio para tomar el sol y comenzar el período de desempleo. La cuestión es que todas las personas que quieren ir a África lo convierten en una cuestión personal. De hecho, no recuerdo de nadie que haya querido ir a África y no lo haya convertido en una cuestión personal. No me acuerdo de Bartheby, aunque Platón, según creo, sí que recuerda la metempsicosis. Me ha llegado sólo como rumor pero creo que Pandora y Epimeteo tuvieron algo. Son demasiadas las veces que, con tentación o sin tentación, se fracasa sin amor. El silencio se esconde y el Damasceno tampoco recuerda que estaba comiendo mientras le cortaban la cabeza. Las vidas eran tan minúsculas en 1984 como en 1984. Orwel no hacía al respecto distinción alguna. Ir del escritorio a la cama también es un buen viaje. Una tarde, cerca de Pedernales, hizo tanto calor que vi las alas de los pájaros se derritiéndose en tierra. El Missisipi se encuentra cerca de Mark Twain, pero un poco más alto y un poco más a la izquierda. No me extraña que no te acuerdes de otra mejor: la vuestra es una comedia cojonuda, mucho mejor que los insultos de Parra, mucho mejor que París de noche y mucho mejor que el Rey Lear, aunque esto ya empieza a cobrar tintes de melodrama. No recuerdo ningún niño del que emanara tranquilidad. Herodes tampoco. Conocí, eso si, una serpiente de la cual se alimentaron. El frío de los cerillos es horroroso. Hay un axioma general que dice que el oso suele estar cerca de sus garras. Es triste pero debes saberlo: Carlota puede que no vuelva. Ni al medio día ni más tarde. Puede que se vaya para siempre. Un último consejo: no salgas tras del espejo en su búsqueda. ¿Para qué?

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