lunes, 2 de noviembre de 2009

EÑE

Desconocida para Cicerón, Virgilio y otros latinos clásicos, este fonema consonántico de articulación nasal y palatal fue bautizado por quien tiene el poder de hacerlo, creo que allá por mil ochocientos tres, con el nombre de eñe. Huelga decir, por sabido, que la decimoséptima letra del alfabeto español nació, como las restantes letras, de una necesidad. En su caso, la necesidad consistía en buscar un signo capaz de representar un nuevo sonido, nasal y palatal, resultado de la evolución de ciertos grupos consonánticos latinos como el que se daba en el caso de gn. Así pues, hacía falta un garabato, un algo capaz de expresar con un solo signo lo que otras expresaban con dos, cosa que finalmente se logró a medias. Cada lengua romance se buscó en esto la vida como buenamente pudo, con el resultado, en nuestro caso, de escoger el dígrafo nn, que evolucionó a su vez sustituyendo una de las n por una tilde ondulada que, a modo de sombrero, protegiera del mal tiempo a la ene restante y, de paso, sirviera para recordar su ausencia de forma permanente. En el orden cibernético, la eñe adquirió su mayoría de edad el 2 de octubre del 2007 a las 6 de la madrugada, hora, día y año a partir del cual la eñe puede formar parte del nombre de un dominio “.es”.

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