lunes, 23 de noviembre de 2009

HAY TIEMPO

Hay tiempo. Los que ya no tienen para nada dicen que hay tiempo. Ven caer los chuzos de punta y dicen que hay tiempo, al tiempo que dicen ver también a grandes pájaros negros arremolinados en torno a un sol agrio, escena ésta que será preludio sin duda de una noche de luna arrugada y misteriosa capaz de convertir el dolor en memoria. Y todo eso lo harán porque aún hay tiempo, y lo harán aunque el precio a pagar sea el de la cordura. Pero como la locura es contagiosa, tan contagiosa al menos como lo pueda ser la risa, podemos pensar que era su risa la que estaba loca y su locura la que se reía. Sea lo que fuere la causa y sea cual fuere el efecto tampoco es tan problemático ya que hay tiempo. Pensaba que hay tiempo mientras tranquilizaba su corazón alisándose las neuronas. Esa era la forma que se había inventado para enviar mensajes depresores desde el sistema nervioso central a la parte más activa de su ceguera emocional, sosegando así con suavidad y circunspección lo que podía convertirse en un huracán pasional de consecuencias imprevisibles. Hay tiempo y el agua, en su silencio transparente, parece más viva que nunca mientras dibuja nimbos perfectos y cúmulos entre grises y azulados. Todo consiste en hacer el esfuerzo que te permita ver con los ojos del recuerdo de hoy aquellos otros ojos que tenías entonces y que fueron los que pudieron ver desde el balcón cómo tu madre se encorvada por el peso de los años, lo pronunciado de la cuesta y el peso de la maleta. Entonces también había tiempo. Más cercano a la exageración que a la admiración cortes, pensaba en su madre y nunca llegaba a estar tan triste como se imaginaba precisamente porque había tiempo. Y pensando en eso, en que hay tiempo, se durmió por última vez acunado en el gemir de su propio llanto.

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