viernes, 20 de noviembre de 2009

CUCHARA DE MADERA

Ojala y pudiera alimentarme de mi muerte. Sacar la cuchara de madera y hacer sopas del corazón que reposa en el agua escrita, y croquetas del agujero pegado a la suela del sufrimiento esférico. Digo yo que a lo mejor así, de esa forma vampírica, la flaca inmensidad que supura ríos de aceite y la electromecánica de manual y grasa triste, tendrían algún sentido, y digo yo también que de esa manera los atroces e inexactos pañales que recogen la sangre parida de muerte lenta, esa misma que yace al pie del humo y aún vencida sigue arando pechos, podría de alguna forma reparar las rotas exclusas de la querencia. Hoy que me cuesta tanto hablar de esperanza, noto como si a la noche le faltara estómago para poder dormir a la luz del día, y por eso huye como huyen las yemas de la piel cóncava y como huye el plomo del fuego orgánico e indecible que promete la luz. Y debe ser por eso también que hoy, precisamente hoy que me cuesta tanto hablar de esperanza, necesito amanecer sin explicaciones ni diptongos. Avanzaba en busca de los cielitos lindos, giré el cuello, pero no pude volver. Y así fue como partí, esclavo y sin regocijo, con el cuello roto, en busca de las fronteras de lo inmóvil.

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