jueves, 19 de noviembre de 2009

TRANSMIGRACIONES

Por cómo me trata y por cómo me van las cosas, tengo para mí que mi alma debió haber transmigrado mucho antes de hacerse cargo de este cuerpo que tiene actualmente en arriendo, cuerpo al que no es difícil verle penar por las calles de la ciudad intentando encontrar una paz que se le muestra esquiva. Quizás en mi vida anterior, antes de yo, debí ser menos que yo, un don nadie, pongamos un por ejemplo para entendernos que un Comandante en Jefe de un regimiento sin muertos en su historial. O sea, nada. Y antes que comandante de nada, un perdulario, un tragaldabas de esos que entraba en las tabernas pero le costaba salir. Claro que salir de los sitios nunca fue fácil. O un suicida desconocido y en avanzado estado de descomposición al que hallaron ahorcado cerca de un estanque. O un loco atosigado por la información meteorológica que siempre andaba algo mosca porque sospechaba que de la nube permanente que tenía en la cabeza más temprano que tarde comenzarían a caer rayos y truenos. O un sacerdote ultra ortodoxo que empezó preocupado por el estado de los espíritus hambrientos y terminó reconociendo no saber por qué el cristo de su sacristía no dejaba de mirarse los pies. Todas estas posibles fallidas reencarnaciones cuyas deudas me encuentro ahora pagando tienen que común que no son de ningún lugar. Al fin y al cabo, curas, comandantes, borrachos y suicidas hay en todos lados y en ninguno. Y es importante ser de algún lugar. De hecho, siempre me ha parecido bien que la gente sea de algún lugar. No más o menos de algún lugar sino exactamente de algún lugar.

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