domingo, 15 de noviembre de 2009

MATANZA DE PERROS EN PORTOCOLOM

Ayer debió haber matanza de perros en Portocolom. El inconfundible rastro de las flores de piedra desperdigadas aquí y allá como quien no quiere la cosa, la curiosa ubicación de unos espejos que parecían tener la extraña cualidad de permanecer ciegos a todo lo que sucedía a su alrededor, ese olor típico, mezcla y salitre y sangre tranquila que salía de las alcantarillas, el dato frío y matemático que hablaba muy a las claras de la ausencia empírica de perros por toda la localidad, en fin, que toda la información disponible daba a entender que, efectivamente, se había producido una matanza de perros en Portocolom. Y así estaban las cosas hasta que de forma repentina se oyó un rugido que, más de uno y yo entre ellos, interpretó como un ladrido, otros como un bostezo profundo y lastimero, y aún hubo quien lo califico de simple ruido. Fuere lo que fuere, no había duda que surgió de la garganta de un mamífero, como tampoco había duda de que el animal productor del sonido se había despertado esa misma mañana estando ya loco cuando se despertó. Como después se supo, les puedo adelantar sin problemas que teníamos razón los del ladrido y que las cosas sucedieron así. El animal nació vestido como para salir, y lo primero que hizo al nacer fue declararse falto de preparación para vivir en la era del Mesometo, y lo segundo que hizo fue prometer someterse sin queja alguna a las leyes del insomnio. De nombre desconocido y por ello mismo inobjetable, se propuso una meta en la vida, a saber, levantarse todas las mañanas, o todas las tardes ya que podría haber días en los que el levantamiento se podía llegar a producir ya por la tarde, digamos resumiendo que su meta consistiría en levantarse, poner una vela en el altar de la causalidad y otra en el de la casualidad, y trabajar con afán para añadir más asco al asco que ya tenía acumulado del día anterior. En esta tarea no partiría de cero ya que el primer día nacería con un asco de partida al que denominó asco original. Mientras esto pensaba el animal recién nacido, la luz de la tarde se sumergía en sus cuencas oceánicas produciendo esas formas ovaladas y gelatinosas tan del gusto de los cuervos. Consciente de ser uno y único, y sin más dilaciones, se puso a dar forma a su testamento geométrico momento éste en el cual el animal ladró.

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