jueves, 22 de octubre de 2009

EN CASO DE DUDA SOBRE LO DULCE

Que lo sepas: con la edad, que no perdona, y la incesante actividad a la que te vas a ver sometido, ni más ni menos que la propia de tus previsibles quehaceres intelectuales y corporales, el follón físico-mental que llegarás a tener en lo más alto de tu testa alcanzará cotas de tal calibre que te impedirá discernir lo dulce de lo que no lo es. Ojito. Si notas que la confusión llega a límites extremos, y sólo en ese caso, no dudes en morderte un dedo porque tú, aunque a veces te esfuerces en aparentar lo contrario, eres un tipo dulce. Esa es la mejor forma de recordar sabiendo que, a unas malas, a nadie amarga un dulce, y mucho menos si el dulce es suyo. Si después tener el dedo bien mordisqueado sigues con dudas, no pruebes con un segundo dedo porque puedes quedarte como el de Lepanto y además está comprobado que tanta insistencia en una misma mano no funciona como truco mnemotécnico. Llegados a esta situación verdaderamente dramática, no queda otra que lo siguiente: despacio, pero sin regodearte para evitar llegar al empalago, prueba a morder repetidas veces el dedo anular de Laura. Verás cómo las dudas se evaporan como por arte de birlibirloque y aparece la dulzura en todo su esplendor.

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