domingo, 11 de octubre de 2009

ESDRÚJULO

Mientras aprendo a encontrar en el olvido los rasgos esenciales del humano paisaje y a esculpir el duro material del alma sin otro cincel que la palabra, la fina lluvia del dolor cotidiano no para de mostrarme su sonrisa más compleja. Los poetas se dispersan al tiempo que de la sequedad de mi boca brotan las estrellas y el color de la tarde hace templar la distante melancolía. Lo tengo claro: se mustiará mi deseo de novia blanca y la amarga hermosura de la arruga hará su aparición estelar. Sé, porque lo he soñado, que el otoño y la luna en el jardín reflejarán con inigualable certeza la languidez del parque viejo y la nostalgia de las hojas secas. Al final, y como símbolo de todo lo invisible, la suprema dificultad que asocio a todo lo esdrújulo vibrará en mis oídos y en mis henchidos ojos rebosantes de nada. Por cima de las cosas habitaran mis ojos velados por la niebla y el humo de las hogueras que no paras de alimentar. De aspecto inane, el mar pensará en sus cosas, en sus dóndes y en sus por qués, como yo pienso en el nostálgico anhelo de ser yo, de sentir lo pensado, y de buscar el significado profundo que anida a la sombra de mi nombre exacto.

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