miércoles, 14 de octubre de 2009

G

La octava letra del abecedario español también adopta el femenino como género y tiene por nombre ge. Respecto a su historia podemos decir que, si bien la letra ge es un invento específico de los romanos, no estaría de más señalar su hermanamiento con el Gimel de los hebreos y con la Gamma griega. De ahí a la caza y captura de un estimulante encuentro con el punto g más cercano, o con las reuniones del G-20, o con la música de los Hombres G, pongamos por caso, distan más de tres mil años de historia en los cuales la ge ha dado mucho de sí, razón por la cual no debiéramos extrañarnos en absoluto de su comportamiento complejo y sutil. Ante las vocales e, i, nuestra españolísima ge adopta forma de un fonema consonántico fricativo, velar y sordo, ocurriendo en los demás cruces con las otras vocales que desaparece su faceta fricativa, convirtiendo así lo que antes era sordo en sonoro y ganando por tanto en dulzura y suavidad. Pero no terminan ahí las dificultades. Desde el punto de vista de su ortografía, y ante las mismas vocales e, i, se escribe con una u interpuesta, u ésta que para asombro de muchos no se pronuncia. Pareciera ciertamente que para este viaje de no pronunciarla no haría falta vocal alguna, por poco que tuvieramos presente la conocida navaja de Ockham. Empero, se puede argüir que el sentido último de tal acto es el intento de volver a la dulzura y la suavidad primigenia, esa que acontecía al contacto de nuestra ge con a, con la o, o con la u, y que se perdía cuando se trataba de la i y de la e. A tal extremo llevan esta regla de la u que si, por las razones que fueren, esta u se llegara a pronunciar, entonces deberíamos estigmatizarla de por vida con el conocido san benito de la diéresis. Dos avisos: con la ge resulta especialmente desagradable el vulgarismo de pronunciar la ge como una be, pasándose como por arte birlibirloque del agujero al abujéro, así como ciertos cultismos que hacen mutar la ge por la zeta, especialmente cuando la tal zeta va al final de sílaba, ocurriendo de esta forma que el ignorante queda convertido en una especie de iznorante. Por lo demás, tengo para mí que la ge goza de buena salud.

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