jueves, 1 de octubre de 2009

TARANTELA

Algo debía de haber en aquellos reflejos de vodka en el cristal, o en la mezcla explosiva y fría del cristal y el vodka, o sólo en el vodka, o a lo mejor sólo le interesaba el cristal. No sé. Sea como fuere, lo cierto es que en todo eso parecía buscar sin encontrar algo, un algo que bien pudiera ser la cara oculta de la luna, o algo que le recordaba a algo, en fin, no sé. Es difícil. He decirles que esa mujer, la que parecía buscar algo en el vaso, estaba absurdamente ojerosa, o mejor aún y en honor a una precisión que espero sepan apreciar, podría decirse que estaba locamente demacrada, o más allá aún del anterior mejor aún, que todo al fin es mejorable, diría que esa mujer parecía psíquicamente muy afectada. De repente, olvidándose de toda búsqueda y como si hubiese sido picada por alguna tarántula, abandonó la barra y se puso a bailar de forma espamódica y compulsiva, bailaba algo que al parecer sonaba en un compás de seis por ocho y que un amigo entendido en músicas mediterráneas raritas denominó la tarantela, o algo parecido, dijo el entendido, que tampoco estaba a esas horas para mayores precisiones. Terminado el ataque, cada cual volvió por los fueros de sus locura. La bailarina se entregaba de nuevo a los embrujos del vaso vodka acristalado, y a esas alturas mi alma vagaba ya lejos, muy lejos, en algún lugar de las costas de Sorrento.

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