martes, 27 de octubre de 2009

ERRE QUE ERRE

La vigésima primera letra del alfabeto cervantino aparece de normal como una vocal vibrante y simple, ya sea como final de sílaba, o en la misma sílaba pero agrupada con otra consonante, o en posición intervocálica. En todos esos casos ésta consonante atiende al nombre de erre o, si la sensibilidad del hablante resultara extrema, también se la puede denominar ere sin por ello esperar reprimenda lingüística alguna. Cuando a la erre original se le suma otra erre, ésta primera pierde lógicamente toda su simpleza, pasando su vibrante sonido a convertirse en múltiple y transformándose de paso su nombre que queda rebautizado en doble erre. El complejo mundo de la erre tiene sus orígenes en las testas egipcias, en la letra ros del alfabeto fenicio y posteriormente en la rho griega. Para pronunciar bien la erre conviene herir el paladar con la punta de la lengua, que es lo que en rigor tanto cuesta a los que nacieron con la dulzura de la lengua de Moliere en la boca, produciéndose de esta forma un temblor áspero y fuerte que resulta inconfundible, especialmente cuando la tal erre se encuentra en principio de dicción o precedido de otras semivocales como la ele, la ene, o la ese. Ojito, que ya lo decían los antiguos: por la misma regla de tres que con la a te aprueban, con la erre te reprueban.

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